(Horace Gates en Crisis Magazine)-El anuncio de que el papa Francisco quiere ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor fue un recordatorio inevitable de que el lino arde poco en este pontificado.
Más bien como una llama que arde con más fuerza antes de extinguirse, ha habido una ráfaga de pronunciamientos papales, allanando el camino para lo que puede ser un curso atrincherado, si no irreversible, que su sucesor deberá afrontar.
Esto trae a la mente de los así inclinados el monólogo dramático escrito por Robert Browning en 1845: «El obispo ordena su sepulcro en la iglesia de Santa Práxedes». El obispo se obsesiona con su difunto rival, Gandolf, cuya exigua tumba debe ser superada. No es insignificante que el papa Francisco esté tan empeñado en marcar un contraste con sus predecesores que haya alterado el protocolo papal citándose a sí mismo mucho más que…
Autor: redaccioninfovaticana

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