Podemos conocer la sinceridad de nuestra entrega a Dios por los frutos que nacen en nuestro corazón.

Foto: Tamara Malaniy/ Unsplash
Redacción (02/03/2025 08:56, Gaudium Press) Al tomar la figura de los frutos que nacen de árboles buenos y malos, Nuestro Señor compone una imagen espléndida para ilustrar un principio que hoy puede parecernos evidente. Sin embargo, antes de Él nadie había tenido la sabiduría de afirmarlo:
“No es buen árbol el que da malos frutos, ni es árbol malo el que da frutos buenos. Cada árbol se reconoce por sus frutos. No se recogen higos de los espinos, ni uvas de los abrojos” (Lc 6,43-44).
Buenos y malos frutos que nacen del corazón
Queda claro, con este ejemplo, que no hay diferencia entre lo que uno es y lo que hace. El mismo Jesús dirá, más adelante, reprendiendo la maldad de los fariseos a la luz de su testimonio: «Si no hago las obras…
Autor: Saul Castilblanco Mosos
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