A pesar de la explosión de la primavera, de las risas que uno escucha en las terrazas que entorpecen el paso por las ciudades, de los ritmos latinos que se aglomeran en los diales, de la fiesta continua que se percibe en esta sociedad del ocio, una nube de pesimismo se esconde detrás de la máscara. Reírse es sanísimo, quién lo duda, sobre todo si es un ejercicio practicado entre amigos, salvo que esas carcajadas sean un desahogo, un teatrillo, un consuelo ante el desengaño.
Dudo que la felicidad pueda medirse en porcentajes, pero a juzgar por las encuestas y por el rictus de una buena parte de los viandantes que hormiguean por las venas y arterias de Madrid (la urbe en la que vivo), se ha convertido en un bien de lujo, en una rareza, una exquisitez de tienda gourmet por la que buena parte de la humanidad estaría dispuesta a pagar lo que valen un kilo de caviar o de…… Continuar leyendo
Autor: Miguel Aranguren
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