Christophe nació con una paraplejia espástica de origen genético, un trastorno neurodegenerativo que produce una extrema rigidez muscular y parálisis de las piernas.
Su familia era católica e iban a misa, y así se formó en la convicción de que Dios es bueno y hace cosas buenas. “Pero, a la vez», explica a Découvrir Dieu, «yo veía que mi enfermedad me planteaba muchas barreras. Además es una enfermedad rara, evolutiva, dolorosa y, por el momento, incurable”.
En el colegio, no poder jugar al fútbol con sus compañeros le hacía sentirse diferente: “No fui precisamente el más popular. Viví un cierto aislamiento. Y a la edad en la que quería empezar a amar, esa soledad me lo ponía difícil. Me encontré con un sufrimiento más psicológico que físico. Me habían enseñado que amar es bueno, pero ¿de qué sirve eso si nadie quiere a un discapacitado?”
Un…
Autor: ReL

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