Autor: Carlos Esteban
Su Santidad insiste siempre, y con frecuencia, en la etimología de la palabra ‘sínodo’, en ese “caminar juntos” que debe ser la Iglesia. Y eso hace especialmente alarmante la escasísima participación de los fieles en un sínodo que trata, básicamente, de esa participación.
Hay algo sonrojantemente soviético en ese contraste abismal entre el entusiasmo manufacturado de la propaganda oficial y la realidad tibia e indiferente de la recepción entre los supuestamente interesados.
Madrid es el caso que tengo más cercano, del que escribe aquí nuestro inestimable Diego Lanzas. No hay interés; no hay participación en el sínodo de la participación. Si todo sínodo tiene cierta tendencia a convertirse en una reunión de especialistas, con su propio lenguaje y sus propias formas alejadas de las del común, este parece suscitar menos interés aún que la media entre los…