Si la modernidad es el producto del liberalismo, la posmodernidad es la liberalización del liberalismo, es decir, la consumación de su ser nihilista. La mala teología no puede producir una buena política, ni aún sobre la rectitud hallada en las buenas intenciones. De aquella razón idólatra y paganizante nacida en las bastardías postreras del luteranismo, emergieron todos los liberalismos emancipadores cuyas consecuencias extremas hoy padecemos. Esos liberalismos han hecho de su capa-razón un sayo hasta llegar al delirante Rubicón de querer liberar al hombre hasta incluso de sí mismo.
La aprobación de las leyes trans en los parlamentos, allende a escabrosos detalles, tiene como alcance la abolición del hombre hasta ahora conocido, desde la concepción fisonómica sexual. Era el último reducto por liberar. Pena da ver a propios y extraños escandalizarse. Como si el liberalismo y sus…
Autor: Eduardo Gómez
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