Los que mueren en amistad de Dios pero no están suficientemente preparados para entrar inmediatamente en el Cielo (lo que, según parece probable, incluiría a casi todos los creyentes que mueren confesados) pasan tras la muerte un proceso de purificación («probados como por fuego», dice la Biblia) que la tradición latina llama Purgatorio. Los vivos pueden ayudar a sus seres queridos difuntos con un «empujón final» para ayudarles a llegar al Cielo mediante el poder que Cristo dio a la Iglesia a través de las indulgencias: actos de oración y devoción que ayudan a los difuntos.
Autor: ReL
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