Llevo colaborando un tiempo con Infovaticana, después de haberlo hecho anteriormente en otros medios católicos, y en este recorrido he podido observar una tendencia que me llama especialmente la atención. Se trata de una práctica que afecta a todos, pero que con más frecuencia se da en el progresismo eclesial y en ese clericalismo altanero que tanto daño ha hecho a la Iglesia: la costumbre de emplazar al juicio de Dios a quienes nos atrevemos a corregir, cuestionar o denunciar errores, abusos y heterodoxias.
Cuando señalamos una negligencia pastoral, una predicación confusa o una conducta indigna, puede que nos acusen de exagerados, de duros, de poco caritativos o incluso de difundir “fakes”. Y bien, esa crítica es asumible: como en política Pedro Sánchez responde tachando de fake news todo lo que le incomoda, cada uno es libre de desacreditar lo que decimos y el…
Autor: Miguel Escrivá
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