Vivimos rodeados de discursos que nos repiten que la libertad consiste en “hacer con mi vida lo que quiero”. Bajo esta premisa se han erigido leyes que presentan el suicidio asistido y la eutanasia como si fueran conquistas civilizatorias. Sin embargo, Álvaro Roca desmonta esta falacia desde sus cimientos: el hombre no es dueño absoluto de su vida, porque no se la ha dado a sí mismo. La vida es un don recibido, no un objeto fabricado ni un coche que pueda venderse, heredarse o enviarse al desguace. Pretender lo contrario es reducir la existencia humana a una mercancía desechable.
Del permiso al absurdo
Filósofos modernos como Tooley o Engelhardt han convertido el “permiso” en la piedra angular de su bioética: si yo acepto que otro me quite la vida, no hay violación de ningún derecho. Roca denuncia la trampa: una cosa es renunciar a un bien material y otra muy distinta…
Autor: INFOVATICANA
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