En mis infantiles veraneos de turismo rural -entonces se decía «ir al pueblo»-, la pregunta habitual era ¿de qué casa eres? Una variante era como decía la canción del grupo «no me pises que llevo chanclas» ¿y tú de quién eres? Respondías ufano, «de casa Honorario», o Adolfo hijo de Adolfo, (muy a lo Señor de los Anillos) y seguías a tu importante actividad del bote bote o terminar una cabaña con ramas. Feliz de estar identificado ante el micro mundo que te rodeaba. Tenías una identidad que entonces te parecía suficiente.
Con los años, en mi ciudad -capital del viejo reyno como nos gusta recordar a los nativos, pero pequeña ciudad de provincias para el resto-, la pregunta era otra. ¿De dónde eres? Con más años, ya en la villa y corte, esa de la que dicen que «en México se piensa mucho en ti», la pregunta era ¿en qué trabajas? Y ahora, viajando por motivos…
Autor: Adolfo Alústiza
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