La hermana María Rosa Leggol murió de coronavirus el 16 de octubre de 2020, con 93 años de edad, dejando Honduras sumida en el llanto. Miles y miles de personas la lloraron, porque muchas se beneficiaron de los hogares y orfanatos que había fundado en este país y en otros de América Latina, más de 500.
Se calcula que en sus 70 años de servicio, esta religiosa franciscana, que ella misma había crecido en un orfanato, ayudó a unos 80.000 niños y sus familias. La Iglesia hondureña ha anunciado que iniciará un proceso de beatificación para sor María Rosa.
El lunes pasado, la Embajada de Honduras ante la Santa Sede y la edición española de L’Osservatore Romano organizaron en Roma una proyección privada del documental, «Con esta luz», que describe su legado. En la mesa redonda posterior participaron su productora ejecutiva, Jessica Durán Sorówitz, y sus codirectoras, Nicole Bernardi-Reis y Laura Bermúdez.
Enfermera de turno de noche… y madre para muchos
La religiosa entró en una congregación franciscana en 1949, con 21 años, Su primera tarea fue como enfermera en el turno de noche, y atendiendo también huérfanos e hijos de padres encarcelados. Su objetivo era evitar que los niños crecieran en la cárcel y en entornos de criminalidad.
Abrió el primer orfanato en 1964, y fundó la organización sin ánimo de lucro Sociedad Amigos de los Niños (SAN) en 1966. Entre dictaduras, golpes militares, narcos y desastres naturales, ella no dejaba de abrir espacios para los niños necesitados y sus familias. Asombraba su creatividad con variedad de programas empresariales y educativos visionarios, además de llevarles asistencia sanitaria a través de clínicas y brigadas médicas.
“Yo les ayudé porque Dios me mandó a eso. Ellos lo que tienen que hacer es extender esa misericordia allá adonde van”, decía la religiosa.
Jessica Sarowitz, al preparar la película, descubrió que miles de personas tenían testimonios que contar sobre ella. «Había de todo en su obra, educación, sanidad, formación espiritual, empresarial…”, detalla.
Las historias de dos jóvenes
La película sigue a dos jóvenes de los programas de la religiosa mientras intentan navegar por la incertidumbre y los peligros de la Honduras moderna. Una de ellas es Rosa, de 18 años, que ha pasado casi toda su vida bajo la protección de la Hermana María Rosa, en el entorno protegido del orfanato urbano de la religiosa.
Mientras se prepara para su examen de grado y la posibilidad de ir a la universidad, debe enfrentarse tanto a sus miedos al futuro como a los fantasmas de su violenta infancia para crear una vida propia.
Otra de las jóvenes es María, de 14 años, que vive en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad y arriesga su vida para completar su educación secundaria y liberarse del ciclo de pobreza y violencia que atrapa a las mujeres de su familia.
Laura Bermúdez, la codirectora del documental explica a este diario los retos a los que debió enfrentarse el equipo de grabación para rodar en algunos barrios peligrosos de Tegucigalpa y cómo se les abrían las puertas al explicar que estaban con sor María Rosa. “Aceptó que la filmáramos y fue un regalo. Tenía mucha fuerza en su comunidad”, dice.
“Hay ejemplos de que se pueden lograr cosas en un país en el que parece que todo es imposible. Esta historia es como una brisa fresca, que aunque muestra cosas muy duras nos deja una sensación buena”, añade.