El Papa Francisco acaba de nombrar como miembro ordinario de la Pontificia Academia de las Ciencias a la profesora Fabiola Gianotti, que desde 2016 es la directora del popular CERN de Ginebra. Es el centro de experimentación con micropartículas más importante de Europa, que sale hasta en El Código Da Vinci y en varias novelas de ciencia ficción que especulan con que pueda abrir un agujero negro experimentando con bosones (que se tragaría la Tierra y muchas otras cosas).
Gianotti tiene casi 60 años, se doctoró en física experimental de partículas en la Universidad de Milán en 1989 y trabaja en el CERN (Consejo Europeo para la Investigación Nuclear) desde 1994. Es soltera («de niña quería casarme y tener 5 hijos, pero fue diferente», dijo en una entrevista). Su madre era filóloga y su padre geólogo. De niña también soñaba con ser bailarina, pero leyó la biografía de la científica Marie Curie a los 17 años y eso la acercó más a la física.
Cuando en julio de 2012 se hizo oficial el descubrimiento del bosón de Higgs, fue ella quien presentó los resultados de la investigación. A principios de 2014 Fabiola Gianotti fue nombrada entre los 26 científicos del Comité Asesor Científico de las Naciones Unidas. En 2016 se convirtió en la primera mujer que pasaba a dirigir el CERN, el centro de mayor importancia para la investigación física en Europa.
Hablando sobre Dios y la ciencia
En una entrevista televisiva en enero de 2015 Gianotti explicaba que la ciencia y la religión son dos disciplinas con metodologías distintas, pero perfectamente compatibles en la vida racional de las personas. «La ciencia nunca podrá probar la existencia o no de Dios», explicaba.
Cuando la entrevistadora, Lilli Gruber, le preguntó si creía en Dios, la prestigiosa experta en física de partículas dijo: «sí, creo».
– ¿La ciencia es compatible con la fe? – le preguntó la entrevistadora entonces.
– Absolutamente sí. No hay contradicciones. Lo importante es dejar los dos niveles separados: para ser creyentes o no creyentes, no es la física la que nos dará una respuesta -advirtió.
Fragmento de la entrevista de 2015 en la que hablaba de Dios y la ciencia
Unos días antes, en una entrevista detallada en el diario generalista Repubblica, Fabiola Gianotti insistía en esa idea: «La ciencia y la religión son disciplinas separadas, aunque no antitéticas. Uno puede ser físico y tener fe o no. Es mejor que Dios y la ciencia mantengan la distancia adecuada».
Sin embargo, admitía que en el campo de la física había distancias borrosas con la música y en general con el arte.
«El científico debe ser capaz de soñar. Siempre he pensado que la profesión del físico es similar a la del artista porque su inteligencia debe ir más allá de la realidad que tiene cada día ante sus ojos. Creo que la música y la pintura son las artes más cercanas a la física», explicaba en esa entrevista.
Acumular conocimientos, sin arrogancia
Dirigiéndose a un público cristiano en 2010, en el semanario Famiglia Cristiana, hablaba sobre los límites y humildad de la ciencia: «Seríamos demasiado ambiciosos y demasiado arrogantes si pudiéramos pensar en explicar el origen del mundo. Lo que podemos hacer los científicos es ir paso a paso y acumular conocimientos. Pero, como decía Newton, lo que sabemos es una gota y lo que no sabemos es un océano, por lo que estamos lejos de responder preguntas de ese tipo”.
A ella le gusta tocar el piano y por eso a menudo reflexiona sobre los lazos entre la música y la física, que «tienen muchos elementos en común. La física tiene aspectos estéticos y la naturaleza es hermosa, muy ordenada y elegante en la sencillez de sus leyes fundamentales. La música, a su vez, tiene una sólida base armónica que en muchos casos son matemáticas puras. Una cantata de Bach sigue reglas matemáticas estrictas, sobre las que Bach construyó todo su arte. Creo que la proximidad entre la música y la física es una de las razones por las que grandes científicos como Einstein fueron también excelentes músicos».
Y sobre el riesgo de que explotara el espacio-tiempo y se abrieran agujeros negros en el planeta con los experimentos del CERN se reía: «Un acelerador terrestre nunca podrá alcanzar las energías e intensidad de las colisiones de rayos cósmicos. Así que no hay peligro, porque lo que hacemos ya ha sucedido en la naturaleza que nos rodea miles de millones de veces a energías mucho más altas… y de una manera incontrolada e incontrolable».
Excepto por Dios, claro, que tiene el control…