Sintamos la presencia de María acompañando, consolando, estando al lado nuestro, siendo para nosotros esos ojos que nos miran con signos de esperanza. María nos abraza, comprende, entiende todo lo que se mueve dentro nuestro. Ella como Madre se queda siempre al pie de nuestra vida, es compañía y presencia cercana que permanece unida a nosotros. Mirémosla a la cara, a los ojos, Ella escucha cualquier corazón humano que necesite orientación, fuerza, calma y cuidado. Aprendamos a buscarla con nuestros propios ojos y con el corazón sin postigos y la reconoceremos de inmediato por su amor de Madre.