La paciencia es sinónimo de esperanza. Es seguir haciendo pero a otro ritmo, con otra actitud, que no le de lugar a que las ansiedades nos desgasten por dentro. Es el trabajo de elongar el corazón en la espera, combatiendo todo miedo, confiando en lo que somos y en lo que hacemos. Es inteligencia espiritual, que nos guía a aprender a dialogar con nuestros propios límites, a conocer nuestras debilidades, a amarlas, abrazarlas y cuidarlas, permitiendo que en el proceso vayamos cicatrizando por dentro. Paciencia es tener plena confianza en Dios, dejando que esta confianza nos vaya ganando el corazón.