El elemento común que compartimos con quienes ya habitan en la Eternidad es el Alma. Esa es nuestra parcela intacta de Divinidad, ése es nuestro lugar sagrado. Si aprendemos a buscar con el corazón a quienes quisimos, los encontraremos hablándonos al Alma. Ellos vendrán a consolarnos con su amor, se transformarán en lámparas para nuestras vidas. Ahí permanecerán siempre con nosotros, ahí descubriremos su presencia en medio nuestro. Ellos nos darán ojos que nos ayuden a mirar la vida con signos de esperanza. Dejemos que nuestro corazón se convierta en ese lugar sagrado en donde nos encontremos con quienes hemos amado.