A Dios lo encontramos en la trama de una historia, la nuestra, en donde Él teje junto a nosotros.
A Dios lo reconocemos al recordar con el corazón, viendo cómo nos estuvo acompañando y guiando a lo largo de nuestra vida. Lo descubrimos cuando nos animamos a adentrarnos en la interioridad de nuestro corazón y comenzamos a descubrir eso que nos deja paz al Alma. A Dios lo sentimos presencia de amor cuando, más allá de nuestros interrogantes, nos sentimos sostenidos y abrazados por un misterio que nos acoge y cuida, cuando podemos continuar creyendo y rezando más allá de nuestras preocupaciones, sabiendo que siempre seremos escuchados.