Se recita el Séptimo Domingo en honor a San José – Siete Domingos en las virtudes de San José para imitar su ejemplo y fortalecer la propia vida espiritual.
Imploramos su protección para las familias, pidiendo por la unidad, la paz y la armonía a través del Séptimo Domingo en honor a San José – Siete Domingos.
Oración
Oración Inicial
San José, guardián de Jesús y Casto esposo de María:
empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber,
mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret
con el trabajo de tus manos.
Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti.
Tú conoces sus aspiraciones y sus esperanzas.
Ellos se dirigen a ti porque saben que tú
los comprendes y proteges.
Tú también supiste de pruebas, cansancio y trabajo.
Pero, aún dentro de las preocupaciones
materiales de la vida,
tu alma estaba llena de profunda paz y llena de verdadera alegría,
debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios
que te fue confiado a ti y a la vez a María, su tierna Madre. Amén.
7⁰ Dolor y Gozo
La pérdida y hallazgo del Niño Jesús en el Templo.
San José dice:
Agosto 8/2009 (9:30 pm).
Después de la vuelta de Egipto, todos los años íbamos con Jesús a Jerusalén para celebrar
la solemnidad de la Pascua. Aconteció que cuando Jesús tenía doce años, fuimos según
nuestra costumbre y Él se quedó en Jerusalén sin darnos cuenta.
Su pérdida produjo en mi corazón un gran sufrimiento, por qué lo más amado no estaba mi lado. Mi Señor y mi Dios no estaba cercano, le sentía muy distante; la alegría y el brillo de mis ojos, se habían opacado por su ausencia; la paz que habitaba dentro de mí, se había ido; ya no me producía el gozo de antes porque, Jesús, la única motivación de mi existir se diluyó de mis manos, se me eesfuó, se evaporó, como viento.
Me sentía culpable de la desaparición de mi amado Jesús. Sentía que había defraudado a Dios, que no había cumplido fielmente con la misión de custodiarlo, de protegerlo; pensé que le había perdido para siempre.
Le buscamos entre parientes y conocidos y no encontrándolo volvimos a Jerusalén.
Allí, le hallamos al cabo de tres días de soledad y de abatimiento, le vimos sentado en medio de los doctores de la ley; le vimos un resplandecer por su elocuencia y sabiduría. Le vimos con su rostro sereno, apacible porque estaba ocupado en los asuntos de su Padre.
Asuntos que sólo Él entendía porque, aún, mi pensamiento no comprendía la magnitud de este misterio de amor. Al verle, la paz y la alegría tomaron asiento en mi corazón porque le había recuperado, el gran tesoro descendido del Cielo, lo tenía nuevamente entre mis brazos sin quererle soltar; brazos que lo amaron como a hijo y lo adoraron como a mi Dios.
Que gran dicha la de mi corazón al haber exhalado mi último suspiro en brazos de Jesús y de María. Los dos delirios de mi vida, estaban allí en mi lecho de muerte allanando caminos para mi partida. Los dos delirios de mi vida me tomaban entre sus brazos dando descanso a mi cuerpo fatigado. Los dos delirios de mi vida oraban al Padre y preparaban el gran momento para mi celestial encuentro con Él. Haz de tu vida ofrenda de amor al Padre, Padre que te tomará entre sus brazos y te llevará al disfrute del Cielo eterno.
Oración Final
¡Oh! San José, cuya protección es tan grande,
tan poderosa y eficaz ante el Trono de Dios,
en tus manos entrego todos mis intereses y mis deseos.
¡Oh! San José, asísteme con tu poderosa intercesión;
consígueme de tu Divino Hijo, nuestro Señor,
todas las bendiciones particulares que necesito,
a fin de que habiendo conseguido aquí en la tierra
la ayuda de tu poder celestial,
pueda ofrecer mi gratitud y homenaje al padre más amoroso. Amén
Promesas
Aquellos que honren a San José durante estos siete domingos, recibirán siete gracias especiales. San José protegerá a sus devotos de todo peligro y les concederá la paz interior. Se les ayudará en sus necesidades materiales y espirituales.
Origen
La devoción de los Siete Domingos en honor a San José se remonta al siglo XVI, con la Beata Mariana de Jesús Torres, quien en Quito, Ecuador, recibió la inspiración de dedicar siete domingos previos a la fiesta de San José (19 de marzo) para meditar en sus dolores y gozos.
Séptimo Domingo en honor a San José: Un culmen de fe y gozo
El Séptimo Domingo en honor a San José marca el final de un camino de fe y devoción que nos ha acercado a la admirable figura del padre adoptivo de Jesús. Este Domingo nos invita a celebrar el gozo de San José al encontrar a Jesús en el Templo, después de tres días de intensa búsqueda y profunda angustia.
El gozo de San José no era solo el de encontrar a Jesús, sino el de saberlo a salvo y cumpliendo su misión divina. Este gozo brotaba del amor profundo que San José tenía por Jesús y por María, y de su total entrega a la voluntad de Dios.
El Séptimo Domingo nos invita a reflexionar sobre el significado del gozo en nuestras propias vidas. El gozo cristiano no se basa en las posesiones materiales o en los éxitos pasajeros, sino en el amor a Dios y al prójimo, en la entrega a la voluntad divina y en la confianza en su providencia.