La Oración de Ofrecimiento de la Santa Misa nos ayuda a crecer en santidad al imitar el amor y la obediencia de Cristo a su Padre.
Al ofrecernos a Dios en la Santa Misa, abrimos nuestros corazones a sus gracias y bendiciones. A través de esta maravillosa oración nos preparamos para la vida eterna, donde estaremos unidos a Dios para siempre.
Oración
Señor, concédenos poder participar con verdadero amor,
atención y piedad de esta Eucaristía que te ofrecemos,
primero, para adorarte y agradecerte todos los beneficios que nos ha hecho;
segundo, para pedirte perdón de nuestros pecados y los de todos los hombres;
tercero, para suplicarte las gracias que nos son necesarias para nuestra vida
y para este día en concreto. Amén
Promesas
Al ofrecer la Misa por una intención particular, se pide a Dios que atienda esa petición de acuerdo a su voluntad. La Iglesia enseña que la Misa tiene un valor infinito, ya que en ella se renueva incesantemente el sacrificio de Cristo en la cruz. Por lo tanto, la Oración de Ofrecimiento nos permite participar de los méritos y gracias que se obtienen en la celebración eucarística.
Origen
La Oración de Ofrecimiento se encuentra en la liturgia de la Misa, justo antes del Canon. Se cree que se originó en el siglo IV, pero su forma actual se desarrolló en la Edad Media.
Oración de Ofrecimiento: Elevando Nuestras Vidas a Dios en la Santa Misa
La Oración de Ofrecimiento es un momento significativo dentro de la celebración de la Santa Misa. En esta breve pero impactante plegaria, elevamos a Dios todo su ser, uniendo sus vidas al sacrificio de Cristo. Es una oportunidad para ofrecer a Dios nuestros trabajos, alegrías, sufrimientos y esfuerzos diarios, convirtiéndolos en una ofrenda viva y agradable.
Durante la Liturgia Eucarística, después de la presentación de las ofrendas de pan y vino, el sacerdote invita a los fieles a unirse a él en la Oración de Ofrecimiento. Esta breve plegaria es una de las más antiguas y esenciales de la Misa, remontándose a los primeros siglos de la Iglesia.
En ella, los creyentes ofrecen a Dios «el sacrificio de todo nuestro ser», es decir, entregan a Dios sus vidas, sus acciones, sus alegrías y sufrimientos. Es un momento de profunda entrega y consagración, en el que reconocemos que todo lo que somos y tenemos proviene de Dios y le pertenece.
Al unirnos a la ofrenda de Cristo, nuestros humildes ofrendas se santifican y adquieren un significado trascendental. Nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestros dolores y nuestros logros se convierten en una participación en el sacrificio redentor de Jesús. De este modo, elevamos toda nuestra vida a Dios, unida al Misterio Pascual.
A través de ella, los creyentes elevan a Dios una súplica por tres intenciones fundamentales:
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Adorar y agradecer a Dios por todos los beneficios recibidos. En esta parte, reconocemos la grandeza de Dios y le expresamos nuestra profunda gratitud por su generosidad.
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Pedir perdón por nuestros pecados y los de toda la humanidad. Humildemente, imploramos la misericordia divina, arrepintiéndonos de nuestras faltas y buscando la purificación.
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Solicitar las gracias necesarias para nuestra vida y el día presente. Confiamos en que Dios atenderá nuestras súplicas y nos concederá los hechos que necesitamos para enfrentar los desafíos de cada jornada.
Al pronunciar esta oración, nos unimos de manera consciente y activa al Sacrificio de Cristo, ofreciendo nuestra propia vida como una ofrenda viva y agradable a Dios. Nos convertimos en partícipes plenos de la Eucaristía, elevando nuestras almas y entregando todo nuestro ser.