Tras pasar varios días como acompañante de alguien que fue ingresado en un hospital, reconozco que he aprendido más cosas edificantes y aleccionadoras que en cinco años de rutinaria singladura.
En primer lugar, el tratar con personas que se encuentran igual o peor que tú nos hace escapar de la frívola rutina, esa que ha elevado un becerro de oro al éxito y a la belleza corporal. Este éxodo de lo mundano nos une al prójimo en el dolor, pero no con una actitud masoquista, sino de solidaridad, basada en dar y recibir consuelo.
De esta manera, a través de ofrecernos aliento mutuo, con nuestros cuerpos decrépitos y atizados por la enfermedad, logramos sanar nuestras almas; a contrario sensu de aquello a lo que estamos acostumbrados, es decir, a presentarnos como vívidos en lo anímico, como esbeltos en lo corporal y como mediocres en el espíritu. A raíz de esto, uno se…
Autor: Ignacio Crespí de Valldaura
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