El 16 de enero de 1918, empezó el «Juicio del Estado Soviético contra Dios», que finalizó muy rápido, al día siguiente: Dios fue condenado a morir y se dispararon hacia el cielo 5 ráfagas de ametralladora, arma que consideraban muy mecánica y moderna.
La defensa había intentado alegar «trastorno mental», sin éxito, dicen las crónicas.
Los bolcheviques apenas llevaban 3 meses al mando y controlaban Moscú, San Petersburgo y la zona central de Rusia. No tendrían el control total del país hasta octubre de 1922 con la conquista de la lejana Vladivostok y el final de la guerra civil.
Era enero de 1918 y aún no habían empezado las matanzas masivas de clérigos. Fusilar a Dios era un gesto simbólico y humillante, para ir dejando clara la nueva situación.
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