Cuando Descartes dijo, inflado de soberbia ególatra, aquello de «¡Pienso, luego existo!», lo que en realidad quería decir es: «¡Pienso, luego las cosas existen!». Y, desde entonces, a los hombres les dio por la locura de creer que su mente crea las cosas. Pero lo cierto es que las cosas existen independientemente de que nosotros las pensemos e independientemente de lo que nosotros pensemos sobre ellas; y todas las mentiras salidas de nuestra mente (no olvidemos que ‘mente’ y ‘mentira’ tienen la misma etimología) no cambian la realidad. Pero el pecado más característico de nuestro tiempo es la negación de la realidad, la convicción de que las cosas no existen en sí mismas, sino tan sólo como proyección de nuestra mente, de nuestra subjetividad.
Sobre este postulado demente, el idealismo pudo afirmar impunemente que el mundo se forma y reforma mediante ‘ideas’. Así nacieron las…
Autor: Juan Manuel de Prada

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