¿A qué edad puede permitirse a un hijo frecuentar TikTok (si es que debe frecuentarse a alguna edad)? ¿Cuánto tiempo al día es aconsejable que dedique a esta u otras redes sociales? ¿Hay alguna diferencia si es chico o chica?
Son preguntas que muchos padres se plantean, y para las que esboza una respuesta el doctor Leonard Sax, médico y psicólogo formado también en el MIT (Massachusetts Institut of Technology) y especializado luego en medicina familiar. Ha publicado varios libros sobre el impacto familiar y educativo de la ideología de género, algunos de ellos traducidos al español, como El colapso de la autoridad.
El doctor Sax se pregunta directamente, en un reciente artículo publicado en Mercatornet, si TikTok es peligroso para los adolescentes. La contestación es obvia, porque son bastantes los estudios publicados sobre el impacto de esa aplicación en el comportamiento de los niños y los teenagers.
El poder del algoritmo
TikTok es la reina de las aplicaciones móviles, con 656 millones de descargas en 2021, muy por delante de Instragram, Facebook y Whatsapp. El año pasado superó a Google como el sitio web más visitado. Cada día son visionados en ella mil millones de vídeos, cifra que se ha multiplicado por mil en solo tres años respecto a su lanzamiento global en 2018.
Pero sin duda el dato más relevante sobre esta red social es la edad de sus usuarios: a nivel mundial, el 60% tiene entre 16 y 24 años, y en Estados Unidos el 32,5% tienen entre 10 y 19 años.
El secreto de este ingenio de fabricación china (la India lo prohibió en julio de 2020 por considerar su captación de datos una amenaza para su seguridad nacional) reside en su algoritmo, perfectamente diseñado para adivinar, estructurar y satisfacer los gustos del usuario.
Es muy sencillo: cuando un niño o adolescente se estrena con TikTok, al crear su perfil ya entrega a ese algoritmo una cantidad enorme de preciosa información personal, pero eso es solo el comienzo. Al ver uno tras otro los breves vídeos de Tiktok, cada perfil seguido, cada like, cada visionado, cada tiempo de visionado, cada repetición de visionado, cada comentario, cada compartición, son recogidos y analizados para ser devueltos en forma de nuevos vídeos perfectamente adaptados a sus gustos.
Foto: May Guathier / Unsplash.
En cuestión de muy pocas horas, la aplicación ha recogido más datos sobre las preferencias del niño o adolescente de las que sus padres soñarían nunca tener, y empieza a actuar sobre ellas para, simplemente, engancharle. No necesariamente con contenidos inadecuados, pero sí incontrolables. Eso sí, si el usuario cae o busca algo inapropiado y demuestra su interés en ello, casi sin esfuerzo TikTok pondrá a su disposición el ingenio y la creatividad de cientos de millones de tiktokers al servicio de sus apetencias.
Todas las redes sociales funcionan igual, pero ninguna ha calado como ésta en el público más ingenuo e indefenso y más sensible al deseo de imitación.
Las consecuencias, en la consulta
Hace tres años (lo que ha tardado TikTok en implantarse mundialmente), la doctora Kirsten R. Müller-Vahl, catedrática de Psiquiatría en la facultad de Medicina de Hannover (Alemania) y especialista en el síndrome de Tourette (un trastorno en el que el paciente genera continuos tics y movimientos convulsivos junto a sonidos ininteligibles e insultos), detectó un cambio significativo en su prevalencia: de ser predominantemente masculino y de aparición infantil, pasaba a ser predominantemente femenino y de aparición adolescente, y los tics e insultos eran mucho más explosivos que antes.
Müller-Vahl consultó con otros especialistas y las observaciones eran similares, junto al enorme incremento de casos. En el Texas Children Hospital, por ejemplo, pasaron de uno o dos casos al año antes de 2020 a sesenta casos en el año posterior al inicio de la pandemia de coronavirus. Lo que descubrieron todos ellos es muy indicativo: un porcentaje elevadísimo de los analizados (un 63% en uno de los estudios) repetían comportamientos de tiktokers aquejados de ese mal, como la joven británica Evie Meg, que cuenta con más de 14 millones de seguidores. Los vídeos de los jóvenes con Tourette suman 5000 millones de visionados.
En noviembre de 2021, recogiendo información sobre todas estas investigaciones, un reportaje del Daily Mail planteaba la pregunta: ¿son las redes sociales responsables de la epidemia de tics adolescentes? Los especialistas no respondían con un sí rotundo, pues apuntaban también causas como los confinamientos. Pero, por ejemplo, la doctora Tammy Hedderly, neuróloga pediátrica en el hospital infantil Evelina de Londres, no dudaba en aconsejar: «Sin un niño o adolescente empieza a tener tics, tal vez sea bueno mirar si su uso de las redes sociales empeora este comportamiento».
Resultados coincidentes con los citados para el síndrome de Tourette se han dado para otros trastornos, como autolesionarse, la vigorexia (obsesión por la musculación) en adolescentes varones o los trastornos de la alimentación en chicas. Hay quien ha hablado de la «glamurización» de estos trastornos o de la propia depresión, convertidos en señas de identidad.
Sexualización de niños y adolescentes
Este problema intersecciona con otro: la sexualización. El Wall Street Journal recoge un dato proveniente de un estudio en Atlanta: el 60% de las adolescentes tratadas en los últimos años por trastornos de la alimentación en la consulta de la doctora Crystal Burwell habían subido en las últimas semanas vídeos «sexualmente inapropiados» a TikTok.
En efecto, una de las temáticas estrella en dicha red es el baile a cámara, sensualmente explícito, de jóvenes de edades inasumiblemente tempranas. Como señala el doctor Sax, han descubierto que «su popularidad on line está ligada a su sexualidad».
Lo corrobora Paul Sunseri, doctor en Psicología y director del New Horizons Child and Family Institute de El Dorado Hills (California). Una cuarta parte de las niñas a las que atiende en su clínica han subido contenido sexualizado a TikTok. «Para una chica que está desarrollando su identidad, ser arrastrada a un mundo sexual como ése es altamente destructivo«, señala: «Cuando las adolescentes son recompensadas por su sexualidad, se convencen de que su valor reside solo en su apariencia». De ahí a los distintos trastornos de ansiedad o depresión solo hay un paso.
Estos riesgos no son exclusivos de TikTok. En el verano de 2021, por ejemplo, se filtraron documentos internos de Facebook según los cuales la compañía de Mark Zuckerberg era conocedora de que el uso de Instagram era nocivo para una tercera parte de las adolescentes, al empeorar la percepción de su propia imagen personal, datos que se ocultaron para seguir creciendo precisamente en ese público objetivo.
Pero lo cierto es que TikTok (cuya política de detección de pedófilos ha sido filtrada por antiguos empleados calificándola de inexistente o inoperante) está barriendo a todas las demás justo en los tramos de edad más bajos, convirtiéndose de facto en el educador mundial líder.
Al servicio de la propaganda LGTBIQ+
Su papel también es decisivo en el alza exponencial de niños y adolescentes con disforia de género. Un análisis del Daily Mail cifraba los visionados de contenido trans en 26.000 millones. Cuando el adoctrinamiento escolar o mediático o una conversación con algún activista induce a una chica (también a chicos, pero ellas son ahora mayoría) una «incomodidad» con su cuerpo, lo primero que hará es buscar en TikTok. Y en cuanto el algoritmo haya detectado ese patrón de búsqueda, la bombardeará con contenidos para convencerla de que ‘transicione’ y creando comunidad en torno a su ‘transición’.
Antes de que sus padres ni siquiera sospechen que su hija tiene algún pensamiento de esta naturaleza, ella habrá visto y asimilado ya cientos de vídeos para convencerla de que no es lo que es, o de que puede ser lo que quiera ser sin más que someterse a los correspondientes tratamientos hormonales o mutilaciones. Éste está siendo el mecanismo del fenómeno de aparición masiva de disforia de género en adolescentes en todo el mundo.
No antes de los 13, no más de 15 minutos
¿Qué hacer entonces?
Lo primero, dice el doctor Sax, es mantener una conversación franca con los niños sobre los peligros de TikTok. Lo que les digan sus padres siempre tiene importancia para ellos: «Padres, aseguraos de que vuestros hijos comprenden que un vídeo de TikTok no tiene ninguna autoridad, aunque tenga diez millones de likes«.
¿Y a qué edad se les debe permitir (si es que se les debe permitir)? Sax cita a Jean Twenge como la pincipal investigadora estadounidense sobre el impacto de las redes sociales en niños y adolescentes, y ella recomienda que nadie con menos de 13 años esté en ninguna red social. «Y yo añadiría que muchos de 13 años tampoco están preparados», añade el doctor.
Hay una versión de TikTok para menores de 13 años, pero… «No la uséis», dice Sax: «La versión aguada está diseñada para alimentar el interés por la versión adulta. Y a los niños de 12 años no les gusta la versión infantil de nada, y rápidamente se las arreglan para engañar sobre su edad y acceder a la versión completa».
«Como con cualquier red social, los padres deben limitar, gobernar y orientar su uso por adolescentes», recuerda Sax. No hay evidencias de que un uso de 10 o 15 minutos diarios de TikTok u otra red social sea dañino, afirma, pero un estudio sobre 220.000 adolescentes encontró que el riesgo de malos resultados empezaba a crecer a partir de los 30 minutos.
Felicidad media de jóvenes de 13 a 17 años en función del tiempo dedicado a enviar mensajes de texto, estar en redes sociales, juegos y estancia on line. El estudio es de 2019, antes del auge de TikTok. A pesar del deseo de seguir y del «enganche», se aprecia una clara caída de la felicidad real del adolescente a partir de una hora de consumo. Fuente: Semantic Scholar.
«Definitivamente», afirma Sax, «una hora al día de TikTok es demasiado. Los chicos tienen cosas mejores que hacer con su tiempo que pasar una hora al día en TikTok. Así que aconsejo a los padres que instalen aplicaciones que limiten el tiempo de acceso«.
El doctor recuerda a los padres que muchas chicas tienen dos cuentas, una que enseñan a sus padres y otra en la que ven o suben los vídeos que quieren ocultar. Y es pragmático en cuanto a la confianza que los padres pueden querer mostrar evitando el control: «Si todos los amigos de una chica lo están haciendo y están aconsejándole que lo haga, ¿qué se supone que va a decirles? ¿’Chicos, sé que vosotros lo hacéis pero yo no lo haré por no decepcionar a mis padres’?»
Sax es realista y sabe que por cada chico o chica que tenga esa sólida personalidad o ese respeto a la autoridad paterna, cien sucumbirán a la presión del grupo. Por eso es mejor que la chica pueda decir: «¡No puedo hacerlo, porque mis padres han instalado una aplicación que ve todo lo que hago!» Sax propone algunas de ellas.
Cuando algún padre o madre le ha dicho que todo ello supone un gran trabajo, Sax alega sin dudarlo: «Para disminuir el riesgo de depresión o ansiedad en un adolescente, el esfuerzo vale la pena».