San Salvio de Albi, obispo. 10 de septiembre.
En su juventud fue brillante abogado, y lo dejó todo para ser monje. Fue abad de su monasterio, cargo que dejó para retirarse de ermitaño en un bosque. San Gregorio de Tours (17 de noviembre), cuenta que en una ocasión Salvio cayó enfermo gravemente y pareció expirar. Los monjes y su madre le lavaron y amortajaron, y preparaban el funeral cuando de pronto el santo obispo retomó el color, abrió los ojos y se incorporó diciendo: «¿Por qué, oh Dios, me hiciste volver a este lugar de tinieblas, que es la tierra donde vivimos? Sería mucho más feliz si pudiera haberme quedado allí. Y en vez de eso, tengo que empezar de nuevo con una vida inútil aquí abajo«. Y no dijo nada más durante tres días. Al cabo, reunió a los monjes, y a su madre, y les contó:
«Hace cuatro días, mi celda sacudió sus cimientos, y me mientras me…
Autor: Ramón Rabre
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