Seguramente fue la fe en la resurrección de la carne la creencia cristiana que más rechazo provocó entre los paganos. Para los epicúreos, el cuerpo era un lugar de deleites, pero la muerte lo descomponía sin posibilidad de retorno. Para los platónicos, por el contrario, el cuerpo era una tumba, pero con la muerte se producía la liberación del alma. Así que a aquellos primeros cristianos les tocaba predicar algo que nadie comprendía y que, en apariencia, resultaba por completo contradictorio: por un lado, el Espíritu que libera; por otro, el Verbo hecho carne (o, dicho más brutalmente, al Mesías crucificado que resucita después de tres días). ¡De veras una tarea ardua!
Lo constata el propio San Pablo cuando se dispone a anunciar el Evangelio en el Areópago de Atenas: «Al oír hablar de resurrección de los muertos unos se burlaron y otros dijeron: ‘Sobre esto ya te…
Autor: Juan Manuel de Prada

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