Me contaba Ana el caso de un jefe que ella tuvo. Supernumerario del Opus Dei (estos opusinos, cuanto juego dan), felizmente casado, cuatro hijos… y amante, otros dos hijos. Las vacaciones las pasaba con su familia “legítima”, ¡eso sí, hasta ahí podíamos llegar! Y me decía Ana: “y esto, ¿cómo se come? ¿cómo puede luego este señor pretenderse defensor de la familia, de la fidelidad conyugal, etc. etc. etc.? ¿no es un caso de incoherencia grave?”
Me salió espontáneo, ni siquiera esperaba respuesta tal en boca como la mía: “reconociéndose pecador”. Y sí, efectivamente, reconociéndose pecador. Reconocerse pecador hace posible que una persona con vida tal, siga defendiendo valores en los que cree, pero que, como en el caso del “opusino de Ana”, obviamente no practica.
Yo sé que es poco airosa la defensa que…
Autor: En cuerpo y alma
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