Unos 500 años antes de Cristo, Zacarias profetizó: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hija de asna”.
Con su entrada mesiánica en Jerusalén, Jesús daba cumplimiento a esta profecía, y montado en un pollino entraba cinco días antes de la Pascua llegando a Jerusalén desde el este mientras era aclamado por la multitud que le colocaba mantos y ramas a su paso, mientras gritaban: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”. Entraba como un rey a la ciudad el que pocos días después sería crucificado como un malhechor. Y por no escucharle, viendo ya Jerusalén justo antes de entrar en ella, lloró por la ciudad que no le escuchó.
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Autor: Javier Lozano
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