A primera hora de la tarde del 1 de diciembre de 1936, una decena de milicianos se presentó para registrar la casa de Antonio Tort. En el piso se ocultaba mons. Manuel Irurita, obispo de Barcelona. Tras encontrar un copón con hostias consagradas, fue detenido y trasladado con la familia de Tort a la checa de San Elías los próximos dos días. El 3 de diciembre fue el último día que le vieron con vida. Más tarde se supo que había sido martirizado por los anarquistas en el cementerio de Montcada, sin que estos tuviesen constancia de su dignidad episcopal.
Pese a las evidencias históricas de esta sucesión de acontecimientos, todavía hay quienes tratan de negar los hechos o de reconocer a Irurita la palma del martirio. Sus detractores, liderados por el escritor Josep Maria Ràfols, afirman que no fue fusilado en el cementerio de Montcada y que sin embargo permaneció vivo hasta su…
Autor: José María Carrera
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