Por Robert Royal
Durante muchos años, me costó tomarle afecto a san Pablo. Sé que no soy el único. El propio san Pedro escribió: «Sus cartas contienen algunas cosas difíciles de entender». Eso es decir poco. Y, además, están las consecuencias de esa dificultad: «que los ignorantes e inestables tergiversan, como hacen con las demás Escrituras, para su propia perdición» (2 Pedro 3:13). Desde la Reforma protestante, con su énfasis en sola fide, erróneamente derivado de Pablo al aislar esa frase de otras que dijo, ha sido aún más difícil para un católico acercarse al «vaso elegido», el gran evangelizador de los gentiles.
Pero a mediados del verano uno desea un respiro de las controversias que ocupan tanto el resto del año. Y por alguna razón, al seguir las lecturas dominicales de los Hechos durante esta Cuaresma y la Pascua, me encontré de nuevo…
Autor: The Catholic Thing
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