Que una catedral católica haya sido capaz de reunir a los jerarcas y paladines más destacables del planeta, muchos de ellos -por no decir casi todos- diametralmente alejados tanto de la fe como de la moral católica, refuerza mi convicción de que la Majestad de Cristo impera sobre los principados y potestades de la tierra (por muy anticristianos que estos sean).
Que los enemigos de la Iglesia hayan tenido la necesidad de congregarse en Notre Dame para lavar su imagen pública es algo que robustece mi fe en Dios hasta límites que no conocen órbita; incluso más que si todos fuesen puros, fieles y devotos, puesto que me parece más milagroso todavía (sobre todo, en estos tiempos que corren).
Esta contradictoria mezcolanza de piedad y desafecto, de devoción y hostilidad, de cristiandad y cristianofobia le quita el velo a una verdad muy poderosa: que la fe católica -tanto para…
Autor: Ignacio Crespí de Valldaura
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