Dos escenas. La primera en una gran ciudad: numerosas personas, hombres y mujeres, pocas personas mayores, tal vez por temor a ser arrollados, algunos niños incluso en brazos de su padres, todos corren por las numerosas escaleras que conducen hacia el vagón de Metro. Una vez dentro, los pasajeros se aíslan mediante auriculares y pantallas de teléfonos que cambian incesantemente sus mensajes. Llegado a su destino, de nuevo una carrera para llegar a no se sabe dónde.
Esa escena habitual en las grandes urbes puede ser la imagen más exacta de la sociedad actual. La vida se ha acelerado. Los personajes de cualquier ámbito: político, social o cultural son efímeros. Las películas, series o libros tienen fecha de caducidad. No sé si quedarán clásicos que soporten el paso del tiempo y que sigan siendo contempladas por las nuevas generaciones.
Lo malo es que esas mismas prisas…
Autor: Por mí, que no quede

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