La alarma que genera el sínodo se centra, desgraciadamente, en cuestiones concretas, si la Iglesia debería cambiar la doctrina en esto (relaciones homosexuales) o en aquello (sacerdocio femenino). Pero lo verdaderamente alarmante es admitir que la doctrina perenne puede cambiar.
Las cuestiones concretas distraen de lo esencial en el debate sobre el sínodo. Porque el peligro no consiste principalmente en que se acepte una nueva doctrina sobre los pecados de la carne o sobre el sacerdocio exclusivamente masculino: el peligro consiste en que se acepte que la doctrina perenne es, en realidad, cambiante y cambiable.
No hace falta ser un lince para advertir que los asuntos cuya reforma amagan coinciden sospechosamente con las obsesiones ideológicas del pensamiento dominante en Occidente. Hoy el mundo no puede consentir que se ponga peros a la absoluta bondad de cualquier arreglo…
Autor: Carlos Esteban

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