Autor: La divina proporción
A veces nos encantaría tener poder. Poder para lanzar fuego sobre las aldeas que no aceptan a Cristo o para echar malos espíritus de la sociedad que nos rodea o tomar la espada para luchar contra quien viene a prender a Cristo. Poder, capacidad de transformar lo que nos rodea, según lo que creemos. Incluso defendemos que hacerlo es la panacea que nos devolvería a un falso paraíso perdido en el pasado. Poder para romper y destrozar.
Leyendo el Evangelio de hoy domingo, nos damos cuenta que ese no es el camino que Cristo traza. Su Reino no es de este mundo. Si el reino del Señor fuese de este mundo, los servidores del Señor pelearían para que no fuera entregado y conducido a la pasión (Jn 18, 36). Esto es lo que dice Cristo a Pilatos y lo dice con toda claridad. Siempre terminamos arrodillándonos ante los poderes del mundo. ¿Por qué nos cuesta tanto escuchar el Evangelio? La respuesta…