Por: Mons. Alberto José González Chaves
Hoy, fiesta del Dulce Nombre de María, podemos detenernos en una experiencia sencilla y a la vez profunda: pensar cómo ese Nombre bendito de María ha estado en nuestros labios desde niños, cómo lo hemos recibido de nuestros padres y abuelos como la herencia más preciosa, y cómo deseamos conservarlo hasta el último aliento de nuestra vida.
Dice el libro del Eclesiástico: «Como perfume derramado es Tu Nombre» (Eclo 24,20). Si hay un nombre que perfuma y embellece el alma, que endulza los labios y fortalece el corazón, ese es el Nombre de María. No es un nombre cualquiera: en él resuena la historia de nuestra salvación, la ternura de Dios hecha rostro femenino, la cercanía de una Madre que nos acompaña.
Hoy recordamos con emoción cómo aprendimos a pronunciar este Nombre en la catequesis primera, de la mano de nuestros padres…
Autor: INFOVATICANA
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