Autor: Carlos Esteban
Al conocer la muerte violenta, por su fe, de una cincuentena de fieles nigerianos masacrados mientras asistían a la Santa Misa en la festividad de Pentecostés, el Papa envió un telegrama de condolencia en el que dice “rezar por las víctimas”. Pero aún podemos hacer otra cosa: rezar a las víctimas, cuyo martirio les ha asegurado un lugar en el cielo.
La muerte de lo que empieza a calcularse ya en cerca de un centenar de fieles en una iglesia de Owo, en Nigeria, que asistía a Misa, a manos de un grupo presuntamente yijadista que actuó en ‘odium fidei’ es una buena ocasión para recordar qué dice la Iglesia sobre el destino de estos hombres y mujeres.
Desde sus inicios, la Iglesia ha considerado al fiel que muere por su fe como un privilegiado testigo del Evangelio, por lo que le exime de todo escrutinio de su vida personal para proclamar que su misma muerte le hace…