A lo largo de los siglos, la Iglesia ha honrado a la Virgen María con innumerables títulos. Cada uno de ellos busca expresar, de forma limitada pero real, un aspecto del misterio inmenso de su relación con Dios y con nosotros. Pero todos —absolutamente todos— requieren explicación. Si se toman de manera superficial o literal, corren el riesgo de ser malinterpretados, como si colocaran a María en el lugar de Dios o como si le restaran el protagonismo a Cristo. Y sin embargo, cuando se entienden bien, lejos de disminuir a Jesús, nos conducen a Él con más fuerza.
Autor: Jesús María Silva Castignani
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