Por Anthony Esolen
Mi familia y yo pasamos algunos meses al año en Nueva Escocia, en una parte de la provincia que fue en otro tiempo abrumadoramente católica. Las congregaciones envejecen, en parte porque muchos jóvenes abandonan la isla para trabajar lejos, y en parte, creo, porque todos los movimientos y accesorios en la Misa parecen decir: “Aquí no hay nada que la mente pueda buscar.”
En la Misa de una parroquia, todos se ponen de pie después del Sanctus, pero sólo durante la primera frase de la siempre usada segunda Plegaria Eucarística. Se supone que debemos arrodillarnos una vez que el sacerdote invoca al Espíritu Santo sobre los dones. En la práctica, esto significa que el clomp-clomp de los reclinatorios y el movimiento de los cuerpos interrumpen la oración y distraen al sacerdote.
Las ideas sobre los gestos litúrgicos, como esta de los obispos canadienses,…
Autor: The Catholic Thing
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