Cuando tenía 10 años mi padre llego una hora tarde a recogerme al colegio. El sentido común dictaba sentencia: vendrá. El tiempo pasaba y crecía la incertidumbre. Enfrente, tres parecían las alternativas más plausibles. La resignación seguida del enfado, la evasión en forma de distracción, o la desesperación de intentar llegar a casa por mi propio pie. Sin móvil, sin señales, sólo una certeza, el amor de mi padre a lo largo de los años. Pero ¿qué es la certeza ante la incomodidad de un frío húmedo y un solitario y eterno anochecer? Esperar era lo más sensato.
Esperar es difícil. No es agradable. La experiencia de la espera del padre nos puede arrojar luz sobre la actitud del católico en la actualidad ante un mundo post-cristiano y una Iglesia que se mueve en arenas movedizas.
El cristiano del siglo XX vivió el paulatino y continuo distanciamiento entre la…
Autor: Ignasi Grau Callizo

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