Nuestra sociedad, inmersa en el materialismo, se aferra con fuerza a efímeros placeres, divertimentos y distracciones a fin de olvidar la certeza compartida por todos los hombres, la muerte. Así, evitamos reflexionar sobre nuestra mortalidad y, por ende, sobre el sentido de nuestra vida, rehuyendo las trascendentales preguntas que Bécquer tan bellamente expresara: “¿Vuelve el polvo al polvo? / ¿Vuela el alma al cielo? / ¿Todo es sin espíritu, podredumbre y cieno? / No sé; pero hay algo que explicar no puedo”.
Paradójicamente, al tiempo que evitamos ser interpelados por las más importantes cuestiones, vivimos rodeados de la cara más siniestra y perversa de la muerte. Esa, que aunque no se nombra, se ha impuesto, de diferentes formas y con gran descaro, en una sociedad seducida por el ocultismo, el morbo y lo siniestro al grado que son tendencia los tatuajes, las…
Autor: Angélica Barragán

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