En De Natura Deorum, Cicerón consideraba de suma importancia el hecho de saber si la Providencia toma partido en la dirección y gobierno del mundo. Para ello, el filósofo romano cuestionó las diversas teorías sobre la naturaleza de los dioses. A una de esas teorías, respondería que Dios ha de tener alguna forma, y ésta ha de ser necesariamente la más bella. Pero aquella discusión inconclusa, que Cicerón desarrolla tejiendo unos diálogos entre políticos con los que trabó amistad, desconocía el factor determinante de la revelación sobrenatural. Aunque en medio de sus disquisiciones intuía la naturaleza sublime de lo divino, ni por asomo pudo el bueno de Cicerón imaginar la que se avecinaba años más tarde en la provincia romana de Judea.
La historia secular y oficialista, tan draconiana con los hechos como infiel y rácana con la verdad, siempre presentó a un joven…
Autor: Eduardo Gómez
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