Por P. Paul D. Scalia
La inquietante historia del rico y Lázaro (Lc 16,19-31) quizá se entienda mejor al revés, a la luz de dónde los encontramos al final del relato. El estado de cada uno en la otra vida —el sufrimiento del rico y la paz de Lázaro— revela la realidad de quiénes son. Sin los adornos, vestidos y disfraces de este mundo, vemos la pobreza del rico y la riqueza de Lázaro. Vemos con mayor claridad el peligro de las riquezas.
Es una parábola sobre el peligro de la riqueza. No sobre la maldad de los bienes creados o de las posesiones. Los bienes del mundo obviamente tienen su lugar. Dios creó el mundo material para manifestar y comunicar su gloria. Debemos usar los bienes de la creación para glorificarlo y para beneficio de los demás. Nuestro Señor no es marxista, y la propiedad no es robo. Por lo tanto, el problema no es la riqueza del rico en sí misma.
Autor: The Catholic Thing
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