En los últimos tiempos, parece que la Iglesia se ha aficionado a un curioso deporte: la autoflagelación pública. Es un espectáculo que mezcla la moralina fácil con la gimnasia emocional.
Lo último ha sido un acto del cardenal José Cobo en Madrid, donde reunió a un nutrido grupo de víctimas de abusos. No está mal el gesto, si no fuera por el detalle de que se tiende a poner en el mismo saco a un chaval al que, con torpeza, lo invitaron a meterse al Opus Dei, con un niño que fue violado por un fraile progresista homosexual. Pero claro, en esta nueva moda de la autoflagelación, cualquier cosa vale.
Esto de pedir perdón por cosas abstractas es una auténtica genialidad. En lugar de afrontar los problemas reales de hoy, mejor desviar el foco hacia los pecados del pasado o hacia lo que hicieron otros. ¿Que el tema es la conquista de América, la esclavitud o los abusos…
Autor: Jaime Gurpegui
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