Autor: redaccioninfovaticana
Hacer que se celebre una eucaristía por un difunto es el don más grande que podamos hacerle y que siempre tiene fruto. La Iglesia es comunión de los santos porque la vida, en última instancia, no nos es arrebatada, sino transformada.
Ostia Tiberina, un día de finales de agosto del Año del Señor 387. Santa Mónica está en el lecho de muerte y dirige sus últimas palabras a sus dos hijos reunidos junto a ella. “Enterrad este cuerpo donde sea y no sufráis por ello. Solo una cosa os pido: acordaos de mí, allí donde estéis, ante el altar del Señor”. Unos años más tarde, uno de esos dos hijos, Agustín, escribió el De cura mortuorum, un texto que hoy, por desgracia, está casi olvidado, y que versa sobre el significado de las oraciones para los muertos y, en especial, sobre el inestimable valor de la celebración de la santa misa por los difuntos. Tras recordar que…