El pasado domingo disfrutamos de un maravilloso Evangelio: Jn 21,1-19. San Juan nos habla simbólicamente con una profunda maestría. Relata lo que vivió, resaltando el lenguaje místico que nos permite entender que Dios no nos olvida. La Esperanza brilla en la noche cerrada, pero actualmente no somos capaces de darnos cuenta de ello. Preferimos cerrar los ojos a lo trascendente. Ya lo dice el Señor: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8:12). ¿Vemos al Luz de Dios? Andamos cegados por las luces de neón que la sociedad nos vende como fundamentales para nuestra vida.
Autor: Néstor Mora Núñez
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