Uno de los lugares comunes de la mentalidad liberal en general y de la católica liberal en particular es que, a partir del Concilio Vaticano II, ha perimido el magisterio perenne sobre la debida unión entre la Iglesia y las comunidades políticas. Dicho de otra manera, el laicado católico debería renunciar a la cristianización de la vida social. Según esto, esta aspiración –el restablecimiento de una civilización cristiana o cristiandad u orden social cristiano– pudo haber sido explicable en otra época; hoy, de lo que se trataría, es de plasmar un orden social profano inspirado, en el mejor de los casos, en un cristianismo no institucional sino ambiental. Si fuera ecologista, ¡todavía mejor!
Autor: Germán Masserdotti
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