Apenas promulgada la ley de sopicaldo penevulvar, surgen los primeros casos de truhanes o meros espabilados que, repentinamente, ‘se sienten mujeres’ para obtener beneficios legales: los presidiarios que desean disfrutar de un trato carcelario más benigno o de un nutrido gineceo, el opositor que quiere obtener mejor calificación en una prueba física, etcétera. En las próximas semanas, tales casos no harán sino multiplicarse. Pero hemos de preguntarnos si estos ‘hombres que se sienten mujeres’ para aprovecharse de los beneficios de una ley desquiciada no están siendo paradójicamente heroicos. Pues, como nos enseñaba Chesterton, allá donde se han subvertido por completo las categorías, quien las infringe no hace sino salvar el sentido común.
Nadie nos ha explicado mejor lo que es una ley injusta que Cicerón en su tratado De legibus (II, 13): «¿Qué diremos cuando en los pueblos son…
Autor: Juan Manuel de Prada

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