Recientemente escuché a un periodista definir este movimiento juvenil religioso como una puesta en práctica de la “teología de la parranda, de la fiesta, del ‘disfruta’, un ir de birras con Dios, aunque también se le lleva a la universidad, al trabajo, a la música o a cualquier lugar». Quizá no sea una definición muy convencional, pero creo que se aproxima a la realidad.
Este periodista, en un reportaje sobre la religiosidad de la generación Z, definía la Hora Santa como un momento de comunión grupal, en el que las energías de sus participantes se ven renovadas por su adoración a Dios.
Palabras llamativas, pero si repasamos la primera Hora Santa, aquella protagonizada por Jesús en Getsemaní, no parecen tan desafortunadas. Velad conmigo, acompañadme, estad en comunión, conmigo y entre vosotros. Y esa doliente súplica filial, “Abba, Padre”, ¿no es una…
Autor: José F. Vaquero
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