El éxodo del verano, donde todo el mundo sale de su casa para desconectar por unas semanas de su diario afán, me evoca un tema que se observa en la Iglesia últimamente.
Decía San Benito en su famosa regla, que había una clase de monjes llamados «giróvagos, porque se pasan la vida girando por diversos países, hospedándose tres o cuatro días en cada monasterio. Siempre están de viaje, nunca estables, sirven a su propia voluntad y a los placeres de la gula: en todo son peores que los sarabaítas».
Se trataba de gente que rechazaba la dura vida del cenobio, la vida monacal estable, y vivían de flor en flor, visitando monasterios y disfrutando de los placeres del estado monacal haciendo valer su condición de monjes, por más que lo fuera a su manera y exclaustrados.
Para San Benito, eran peores que los sabaraítas, otra denominación del mismo fenómeno que, según la…
Autor: Una iglesia provocativa
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