Podría resultar un auténtico despropósito plantearse esta cuestión, cuando toda vida es única, y puede en general abarcar intensidades muy dispares y ser, desde muy atareada con graves responsabilidades, a todo lo contrario, sencilla y aparentemente fútil; aunque en realidad todo ese abanico de posibilidades puede converger, si se quiere, en un solo propósito: darle un sentido a todo lo que uno hace. A veces las tribulaciones te llevan a una encrucijada en la que tu vida se desnuda completamente de todo lo que antes tenía un lugar de acuerdo a una jerarquía de valores, que de repente se desmorona en su mayor parte, por la cantidad de menudencias con las que has ido llenando tu tiempo. El mundo absorbe, te envuelve, y cuanto más pudiente es ese mundo, más cosas, más intereses, más preocupaciones… y más difícil es conservar ese propósito.
Chesterton es un ejemplo de…
Autor: Marta Pérez-Cameselle
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