«Antes del accidente era creyente, pero, poco a poco, comencé a distanciarme de Dios. Dejé de ir a la iglesia y de rezar. Caí en malas compañías. Empecé a consumir drogas, beber alcohol y a ir a fiestas. Estuve gravemente enferma durante algún tiempo. Dejé de preocuparme por mí, hice todo lo posible por destruirme», comenta Irmina en el portal Trwajcie w milosci.
La polaca comenzó a interesarse por la magia negra, invocaba espíritus y acudía a adivinos. «Todo esto abrió la puerta al espíritu maligno… Estaba atrapada en graves pecados y tenía pensamientos suicidas. Dos semanas antes del accidente, quería suicidarme», explica.
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Autor: ReL
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