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Al final de la audiencia general, el Papa dirigió un pensamiento a los jóvenes de Sri Lanka, que «han hecho oír su grito» ante los problemas sociales y económicos del país asiático: todos deben tener una actitud pacífica y las autoridades deben respetar los derechos humanos y las libertades civiles. Y confió a la Virgen de Fátima «el ardiente deseo de paz en el mundo».